sábado, 17 de septiembre de 2011

Pez

- Es lo que tiene tener memoria de pez... que cada tres minutos te enamoras perdidamente de una persona diferente.

- ¿Y qué pasa con la persona de hace seis minutos?

- Deja de existir.

- ¿Para siempre?

- Bueno... puede que vuelva a enamorarme de esa persona... Pero en todo caso eso no duraría más de tres minutos otra vez...

- Sólo tres minutos... es triste...

- ¿Triste? ¡Es horrible! ¡Es lo peor que te puede pasar en la vida!

- No, lo peor que te puede pasar en la vida... es enamorarte perdidamente de una persona con memoria de pez.



Milo

martes, 23 de agosto de 2011

Contradigámonos

Improvisemos la rutina. Recordemos el olvido. Terminemos con lo eterno. Despertémonos de la realidad. Escuchemos el silencio. Hablemos de tabúes. Luchemos contra la guerra. Amemos a nuestra mente, pensemos en nuestro corazón. Perdamos lo que buscamos. Normalicemos lo extraño. Lancémonos al miedo.
Y, aunque la soledad nos acompañe y la verdad nos engañe… ¡contradigámonos!

Quizá así consigamos lo imposible. Quizá así encontremos la absurda coherencia que nos falta. Quizá así, y sólo así, la inflexibilidad establecida cambie.

jueves, 11 de agosto de 2011

El romanticismo no ha muerto.

Vivimos en una sociedad en la que, por desgracia, ya no está de moda el romanticismo. Vamos por ahí ocultando siempre nuestros sentimientos, negando lo que por dentro nos quema, contradiciendo nuestro interior con nuestros actos, viviendo con cabeza y olvidando el corazón. Y es que llevamos tanto tiempo luchando contra nuestra parte romántica que hemos conseguido ocultarla por completo. ¿Dónde están esas largas cartas de amor escritas a mano y sin firma? ¿Dónde están aquellos billetes de tren para dos comprados impulsivamente? ¿Dónde están aquellas valiosas puestas de sol llenas de abrazos y brindis? ¿Dónde están esos “te quiero” que se escapan de los labios en momentos y lugares inesperados? ¿Dónde están los románticos? Aquellos que viven ardiendo, aquellos que luchan por lo que sienten, aquellos valientes que cometen locuras, aquellos con más corazón que cabeza… ¿dónde están?

No están. Se fueron. Se han dejado llevar por la fuerte corriente de esta sociedad, por la evolución. Porque los sentimientos asustan. Porque sentir es arriesgado y, a veces, duele. Por eso preferimos no sentir y vivir en un mundo sin miradas, sin sonrisas, sin lágrimas, sin piel de gallina… Y es que un sentimiento es más peligroso que un arma. Y vivir sintiendo al máximo es como vivir bailando en el borde de un alto precipicio. Y asusta. Asusta mucho.

Pero, ¿qué pasará si esto sigue creciendo? ¿Dejaremos de sentir? ¿Nos perderemos todo aquello que nos hace humanos? ¿Dejaremos de disfrutar con una sonrisa, con el tacto de la piel o con un abrazo? ¿Dejaremos de amar, de llorar o de odiar? ¿Qué será la vida, entonces? ¿Qué seremos nosotros?

Nada.

Por eso me niego a dejar de bailar en el borde de este precipicio. Y si caigo, sentiré el viento chocar contra mi cara, y disfrutaré. Aunque todo ello me suponga vivir en contra de una sociedad fría, insensible, lucharé contra todo muro que se imponga a mis sentimientos, romperé los barrotes de esta cárcel donde la gente se acomoda, hablaré de lo que siento en cada momento, sonreiré, amaré, y lloraré si mis ojos lo piden… viviré sintiendo. Siempre.

Porque quizá el romanticismo no está de moda, pero aun sigue vivo en unos pocos que siguen luchando con los sentimientos en la palma de la mano. Y no morirá mientras haya alguien capaz de levantar la mirada, apretar el puño y decir “te quiero”, mientras haya alguien cometiendo locuras, comprando billetes de tren para dos, escribiendo cartas de amor, valorando las puestas de sol… El romanticismo no ha muerto. Y no morirá mientras alguien siga bailando allí arriba, en el borde de algún precipicio.

viernes, 15 de julio de 2011

martes, 5 de julio de 2011

Siempre mar

Hay tantos y tantos mares... Unos nos apresan, otros nos hacen sentir libres, otros nos acogen, o nos hacen perdernos... y encontrarnos. Nos llevan y nos traen, nos unen, nos hacen viajar, pensar, soñar... Siempre mares.

Y hoy cumplo un año más. Abandono un mar. Descubro otros mil. Me baño en ellos, me empapo, me pierdo... me pierdo y sin embargo no paro de encontrar. Encuentro lindas caracolas que brillan, encuentro tesoros de piratas perdidos, encuentro deseos, deseos viejos cumplidos y deseos nuevos por cumplir. Y encuentro amigos. Llamémosles así: amigos. No muchos, los justos, pero amigos de verdad. Y los amigos traen siempre sonrisas. Mares de sonrisas y risas. Me alimentan. Me hacen crecer, cumplir un año más.

Y mi corazón crece conmigo. Crece y nada en estos mares. Mares que lo agitan, lo zarandean, lo revuelven. Mares de furia, pasión, ilusión, distancia, amor. Y mi corazón ama a estos mares, mi corazón se desborda, explota, se desgarra. Mares de terror y de amor. Mares compartidos, divididos. Mares y revolución. Mares y corazón. Siempre mares.

Y a veces de mis ojos salen lágrimas. Lágrimas que crean ríos que acaban en los mares. Mares en los que encuentro penas. Llamémosles así: penas. Penas que me atacan, me agotan, me deshacen... y sin embargo me hacen. Me hacen por dentro. Me hacen crecer y ganar. Tan sólo con llorar... siempre a mares.

Y hoy, al cumplir un año más, soy un mar. Un mar de risas y sonrisas. Un mar de lágrimas. Un mar de amor y corazón. Un mar de revolución. Un mar que acoge y une. Un mar que hace viajar y soñar. Soy un mar... un inmenso mar de posibilidades realizadas o idealizadas que me han llevado a ser como soy, que me han llevado a encontrar penas... y amigos... que me han llevado a cumplir un año más. Hoy. Siendo más Itsaso que nunca. Itsaso... siempre mar.

martes, 21 de junio de 2011

Señor Reloj



Señor Reloj, 

Siento comunicarle que, de ahora en adelante, debo prescindir de sus servicios. Sí, lo sé, ha sido usted de gran ayuda durante todo este tiempo y no se merece este desprecio repentino. Ha estado siempre que lo he necesitado, marcando el paso del tiempo, recordándome que la vida se me escapa, haciendo sonar y resonar su “tic-tac” sin descanso... ¡Y nunca me ha fallado! Usted siempre tan puntual… Por eso siento tanto tener que despedirle.

Pero, verá… las cosas han cambiado. Resulta que he probado la vida sin usted y me resulta mucho más satisfactoria. Ahora puedo dormir hasta tarde sin preocuparme de sus gritos cada mañana, puedo escuchar una misma canción tres veces seguidas cantándola des del principio hasta el final sin sentir que estoy perdiendo el tiempo, puedo salir a la calle y no volver a casa hasta que mi cuerpo me lo pida, puedo desayunar al mediodía y cenar de madrugada, puedo mirar a alguien a los ojos y sentir de veras que el tiempo se para… puedo disfrutar uno a uno los minutos sin necesidad de ser consciente de que se me escapan.

Ya no voy corriendo de aquí para allí mientras miro como sus agujas se adelantan burlándose de mí. Ya no le busco con la mirada deseando encontrarme con su mejor cara. Ya no pregunto por usted. Ni siquiera le miro por las noches.
Y ya no tengo miedo de llegar tarde, porque nunca es tarde si usted no está. Ya no siento ganas de mover sus rígidas agujas, porque ya no dependo de ellas. Hago lo que quiero cuando quiero. No le necesito. Ni a usted, ni a sus agujas, ni a su perfecta exactitud.

Aun así, le agradezco los servicios prestados y espero de veras que no me guarde rencor alguno. Por supuesto recibirá usted mi mejor recomendación para todo aquél que desee atormentarse con el sonido de los pasos del tiempo, para todo aquél que no sepa disfrutar sin contar los segundos de los minutos de los momentos, para todo aquél que crea tener todo bajo control y no se de cuenta que realmente no hay nada que controle al tiempo y a su velocidad… Porque el paso del tiempo es incontrolable, señor Reloj, y por mucho que lo cuente, lo siga y lo predique, nunca dejará de serlo.

Hasta nunca,

Itsaso de Verano


viernes, 3 de junio de 2011

¿Qué pasa?



- ¿Qué pasa?
- Nada. ¿Qué pasa? ¿Por qué preguntas qué pasa?
- No sé… ¡por algo te lo he preguntado!
- Pero si preguntas qué pasa, es porque crees que pasa algo cuando, en realidad, no pasa nada… ¡Así que a la que realmente le pasa algo es a ti! ¡¿Qué pasa?!
- ¡Nada! Tan sólo preguntaba qué pasa, ¡¿qué pasa?! ¿No puedo preguntar qué pasa?
- Sí, pero entiéndeme... es raro que preguntes qué pasa cuando no pasa nada.
- ¿Qué pasa si pregunto qué pasa? ¡No pasa nada!
- Bueno…
- Dejémoslo.


- Beth.
- ¿Qué?
- ¿Qué nos pasa?
- No lo sé.

lunes, 23 de mayo de 2011

¿En qué cabeza cabe?

- Pero, ¿a dónde te crees que vas? ¿Y el colegio? ¿Y tus planes de ir a la universidad? ¿Y Pierre? ¿Y tu padre? ¡Las cosas no se hacen así! ¡No puedes coger una maleta, llenarla de trapos y desaparecer por esa puerta sin decir a dónde vas! Y, ¿de qué piensas vivir? ¿Del aire? Venga, vuelve a casa, hija… Vuelve y lo hablamos…

- No, mamá, no voy a volver. Daniel está enchufado en la pescadería de su tío y yo estoy buscando trabajo. De momento vivimos en una pensión pero pronto encontraremos un piso y... nos queremos, mamá.

- ¡¿Que os queréis?! ¿Y de qué os sirve eso? Dime, ¿de qué? ¿Os dará de comer el amor? ¿Os dará qué vestir, dónde dormir? Irse así de casa… sin nada… de repente… En qué cabeza cabe… ¡¿En qué cabeza cabe?!

- En ninguna, mamá… Esto que te cuento tan sólo cabe en el corazón. Por eso ni papá ni tú podéis entenderlo. Porque hace mucho tiempo ya que no escucháis a vuestro corazón. Renunciasteis a él. Y, en consecuencia, renunciáis a mí. Adiós.


domingo, 22 de mayo de 2011

Floridia

Floridia está tumbada en el césped de algún parque. Tiene los ojos cerrados. Siente como el sol le quema la piel, sobretodo sus brazos desnudos. De repente alguien le coge de la mano, es él. Floridia ríe sin razón aparente, quizá por efectos de lo que ha fumado… o quizá por el cosquilleo eléctrico que le da siempre al sentir los dedos de Daniel paseándose por su cuerpo…

Todo es perfecto, el césped, el sol, la risa… Floridia a penas habla, tan sólo ríe de los comentarios de Daniel, que, en cambio, no calla más que para coger aire para volver a hablar. A cualquier otro podría resultarle pesado tal monólogo absurdo, pero a Floridia le encanta, no hace más que reír y absorber todo lo que oye.

Ahora Daniel deja de hablar. Ahora Floridia busca sus ojos, esos ojos claros que tanto le gustan, que tanto le hipnotizan. Ahora se besan. Y el sol sigue haciendo su función.

A parte de la voz de Daniel, Floridia percibe otro sonido… un saxofón… Parece que alguien practica alguna partitura de jazz. Pero no suena muy bien… Repite constantemente el mismo sonido… Espera. No es un saxofón… ¿Qué es? ¡Es horrible! Ese irritante ruido altera a Floridia. ¿Qué suena de ese modo?

Floridia apaga el despertador de un manotazo y abandona la almohada.




sábado, 21 de mayo de 2011

Hermanos I

- ¿Qué es eso? ¡Está nevando!
- No, eso blanco que ves caer es azúcar glasé, ¿a que parece nieve?
- Pues yo creo que es nieve...
- ¿Pero como quieres que sea nieve? Si lo de la nieve es un invento, sólo pasa en las películas, pequeñajo!
- ¿Y no crees que lo del azúcar glasé es menos probable que la nieve?
- Mira que eres pesado... ¡Si te digo que es azúcar glasé es porque yo misma he visto como Ellos dejaban caer los sacos llenos!
- ¿Ellos? ¿Quienes son Ellos?
- Ellos, los de arriba... ¿Es que todo te lo tengo que explicar?
- Por lo menos deberías intentarlo, eso es lo que hacen las hermanas mayores. Pepita dice que tengo que aprender de ti, ¿y como voy a aprender de ti si no me cuentas como son las cosas? Hay muchas cosas que yo no sé y que…
- ¡Vale, te lo contaré! Pero no empieces otra vez con esa teoría tuya del aprendizaje…
- ¡No es mi teoría, es lo que Pepita siempre me dice!
- Vale, pesado… Me voy a dormir.
- ¡No! ¡Aun no me has contado quienes son Ellos!
- Ellos, los que viven en el cielo, los que siempre nos dicen lo que tenemos que hacer… seguro que has oído hablar de Ellos alguna vez…
- No…
- ¡Eso es imposible! Todo el mundo habla de Ellos.
- ¡Ah, bueno, espera! Alguna vez he oído hablar a papá de Ellos… Dice que son muy tontos, que prometen cosas y luego no las cumplen… pero él no dijo en ningún momento que viviesen en el cielo…
- ¡No seas cabeza hueca! Esos de los que tanto habla papá no son Ellos, son otros que viven en un sitio que se llama parlamento y que se reúnen todos los días para contar historias que salen en el periódico. Yo me refiero a los que viven allí, todos juntos. Son Ellos los que nos traen regalos si nos portamos bien en navidad, son los que hacen que, por la noche, salgan unos puntitos brillantes en el cielo. ¿Nunca te has fijado?
- Oh.
- Venga duérmete, que se hace tarde.

- Grete.
- ¿Mmmm?
- ¿Estás dormida?
- Mmmm.
- ¿Y qué estás soñando?
- Sueño que mi hermano no me deja dormir y que como siga así, mañana le haré comerse el brócoli que hoy ha guardado en la nevera a escondidas.
- Pues vaya sueño más raro…
- Buenas noches, Pierre.
- Buenas noches.

Sunahi y yo en la bañera. Quizá año 2000.

lunes, 16 de mayo de 2011

Culpabilidad

¿Por qué haces eso? ¿Por qué me tratas siempre tan bien? Me sonríes, me abrazas, me cuidas… ¿y pretendes irte de rositas? ¿Pero quién te has creído que eres? Yo quiero que me maltrates, que me ignores, que me hagas llorar, que me muerdas, que me quemes la piel, que me grites… ¡Pero no me castigues así! ¡No puedo más! Golpéame si es necesario… golpéame… golpéame… hazme daño… ¡hiéreme! Hiéreme como yo lo hice. Como yo lo hago.

Porque el único castigo peor que un golpe, es tu abrazo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Querida Locura

Querida Locura,

Últimamente te busco y no te encuentro. Te busco en las canciones, en las sonrisas, en la lectura… Pero no estás.
Te necesito, las cosas por aquí están estancadas. Don Aburrimiento se ha instalado en casa, y se le ve muy a gusto por aquí, parece que no se irá nunca. Ya no sé cómo echarle. Lo he intentado de mil formas, la joven Distracción me ha estado ayudando, pero es imposible… Cuando don Aburrimiento se apoltrona en el sofá, no hay quien le mueva. Es demasiado pesado, sin embargo, está vacío. No hay nada dentro de él. Es un vacío que nos apresa, nos ata. Es imposible huir, es imposible liberarnos… No hace más que ocupar todo, los cajones, las palabras, nuestras mentes… Lo ocupa todo y lo vacía a la vez. Estoy harta. No puedo más.
A veces se trae a sus amigos: Monotonía y Hastío. El tiempo con ellos pasa despacio. Son una carga demasiado grande, demasiado pesada. Son como alimañas que se alimentan del brillo de los ojos de la pobre Originalidad, y la dejan seca, muerta.

La pequeña Libertad y la bella Felicidad no se dejan ver por aquí. No creo que vuelvan… por lo menos mientras Don Aburrimiento siga envolviéndolo todo.

Te necesito, Locura, te necesito y no sabes cuánto. Tú eres la única capaz de liberarnos de este tormento. Tú eres la única que hará que los demás vuelvan… El señor Curiosidad, la fogosa Pasión, doña Risa… Sin ellos nada es lo mismo.
Debes venir pronto, querida Locura, antes que la insistente Paciencia se quede sin fuerzas, antes que don Empeño acabe rindiéndose… Pronto.

Un gran abrazo. Te extraña y te espera,

Rutina

martes, 3 de mayo de 2011

¿Debemos pagar siempre con la misma moneda?

Pistolas, bombas, balas, heridas, sangre, llantos, muerte. Muertes que se pagan con más muertes. Llantos. Cambiamos balas por balas, bombas por bombas. El castigo por herir, es sangrar. El castigo por matar, es ser muerto.

¿Quién es mejor? ¿Quien mata por placer? ¿O quien mata por rencor? ¿No es más comprensible y sano actuar por placer, por querer, que por rencor? ¿No es mejor matar por amor que matar por odio? ¿Por qué, entonces, un asesino que mata por amor a una ideología merece más ser muerto que un asesino que mata por odio a una ideología? ¿No es absurdo?

¿A caso matar a un asesino no nos convierte en asesinos también? ¿O es que matar al que ha matado, es bueno? ¿Se debe pagar siempre con la misma moneda?

Decimos matar en nombre de la justicia... Pero, lo siento, el verbo ''matar'' y la palabra ''justicia'' nunca pueden ni podrán ir vinculados. Matar por justicia… lo más absurdo que he oído nunca. ¿Qué es justicia? Mil cosas, menos matar.
Seamos sinceros... si matamos es por venganza, por castigo, por rencor. Y si dejamos que el odio sea el autor de nuestros actos, estamos permitiendo que más gente en el mundo siga odiando, siga matando.

¿Así es como funcionan las cosas? ¿Si matas, mereces morir? ¿De verdad somos así? ¿Quién dibuja la fina línea separando lo bueno de lo malo, separando lo justo de lo injusto? ¿Quién decide? ¿Quién mata? ¿Quién muere?

No hacemos más que matarnos unos a otros. No hacemos más que morirnos. ¿Es eso lo justo? ¿A caso nadie se plantea la posibilidad de vivir sin matar o ser matado?

Para que esto no siga, alguien tiene que parar. Alguien tiene que bajar el arma. Alguien tiene que decir basta. Pero mientras el odio y la rabia sigan consiguiendo tanto dentro de un cuerpo humano, las cosas seguirán así. Los asesinos morirán en manos de otros asesinos, y, éstos, en manos de más asesinos. Los hombres matarán y serán matados. La vida no será más que muerte. Y todo por justicia…

Pistolas, bombas, balas, heridas, sangre, llantos, muerte. Muertes que se pagan con más muertes. Llantos. Cambiamos balas por balas, bombas por bombas. El castigo por herir, es sangrar. El castigo por matar, es ser muerto.

domingo, 1 de mayo de 2011

Una mirada

Una mirada. Tus ojos en mis ojos. Magia.
Y me pierdo, me hago pequeña, me abandono. Caigo en la profundidad de tus pupilas y siento que nunca volveré. No quiero volver. Quiero quedarme allí, contigo, en ti.
Tus ojos consiguen convencer a mis pulmones, pulmones que dejan de ser míos y ya no me piden oxígeno. Y no respiro. Se me olvida. ¿Para qué? Tengo tus ojos. Tus ojos me tienen.
Tu mirada me presiona la garganta y me lleva lejos. Hacia arriba. Vuelo. Como si de un enorme globo de helio se tratara, me agarra y me separa del suelo. De todo. Y viajo hacia algún lugar lejano, a las nubes. Pero no me muevo, mis músculos permanecen quietos, no quieren irse de aquel lugar… lugar en el que tus ojos me tienen atada, amordazada. Es imposible huir de allí, huir de ti.
Tus pupilas anulan mi pensar. Alimentan mi sentir. Siento que mi corazón deja de latir, sin embargo, éste late cada vez más deprisa. Como un tambor en redoble esperando una respuesta importante. Y no parpadeo por miedo a perder de vista tus ojos por un momento, por miedo a que desaparezcas, por miedo a desaparecer.

Pero te vas. Se van tus ojos. Y vuelvo. Y el mundo sigue girando. Mis pulmones reclaman oxígeno, mis pies sienten el duro suelo, recupero mi pensar, parpadeo… Y con ansiedad espero a que vuelvas a decidir mirarme. Mis ojos esperan tus ojos.

Todo en una mirada.

martes, 19 de abril de 2011

Hoy quiero ser un árbol

Hoy quiero ser un árbol.

Quiero tomar el sol y preocuparme sólo por el verde de mis hojas. Quiero darles hogar a mil y un seres vivos en mi copa. Quiero ser muy alta y hacerle cosquillas  a la luna con mis ramas. También quiero tener unas grandes raíces que me impidan caer, que me recuerden quien soy y de donde vengo en cada momento. Quiero tener un fuerte tronco que resista la violencia de las tormentas y del viento. Quiero sólo necesitar sol y agua en mi vida. Quiero bailar moviendo mis hojas al son de la brisa. Quiero facilitaros las cosas y daros oxígeno a vosotros, los humanos, que tanto os complicáis la vida. Quiero prestaros mi sombra para que descanséis en vuestro camino. Quiero regalaros un trozo de mi corteza para que grabéis en ella vuestras iniciales, vuestros recuerdos. Quiero daros mis frutos para que os alimentéis. Quiero tiraros uno de ellos en la cabeza para que, así, descubráis que existen cosas que no podéis controlar. Quiero hablaros, haceros pensar, filosofar.

Quiero preguntaros… ¿por qué me violáis? ¿por qué me taláis? ¿por qué me matáis?

Sauce Llorón de Girona

martes, 5 de abril de 2011

Un minuto antes de morir

Que por lo menos un minuto antes de morir regrese aquella Felicidad tan fácil de los principios. Que marchen la Rabia y el Odio, que huyan, lejos… muy lejos. Que huyan porque nuestra Voluntad y nuestra Alegría les anulen. Que nuestra Imaginación luche con la pesimista Realidad, y que gane.

Que todo aquello que fue Sueño deje de tener importancia, mientras que todo aquello que fue Realidad pase a ser Sueño. Que lo imposible deje de serlo, que lo impensable suceda. Que los Defectos sean Virtudes, y las Virtudes, tesoros.

Que el Querer sea realmente Poder. Que el Amar sea Besar. Que el Pedir sea Dar. Que el Crecer sea Aprender. Y que el Morir sea Vivir.

Que el Deber caiga rendido ante los pies de las pasiones más profundas del Alma. Y que pida perdón por su intromisión en nuestra Acción, que suplique, que se arrastre, y que se largue para no volver más. Que nuestra Acción tan sólo pertenezca a nuestras Pasiones, a nuestros Deseos, a nuestros Anhelos. Y que el Deber corra a cargo de la Razón… nada que ver con la Acción.

Que podamos vivir como animales ingobernables, como bestias que se mueven para hacer lo que les plazca, lo que el Alma les pida, como personas libres. Sin que el deber intervenga en nuestros sentimientos, en nuestras emociones, en nuestras Acciones.

Y que muera. Que muera el dilema. Que muera la dualidad. Que todo sea uno, la Razón, el Deber, la Pasión, el Alma… que todo nos lleve a un solo camino: a vivir.

Que todo esto suceda un minuto antes de morir, cuando estemos a punto de perder la partida, cuando ya nada tenga remedio. Cuando el Pasado acuda a nuestro Presente, y el Futuro se esfume.

Un minuto antes de morir, tan sólo eso.

jueves, 31 de marzo de 2011

El Hombre del Tiempo

En días como este siempre me pregunto qué es lo que hace que, de repente, un día, sea primavera. Qué es lo que cambia cuando ésta primavera crece tanto que explota y crea el verano. Eso mismo que hace que, más tarde, el verano envejezca y se arrugue en otoño. Ese extraño factor que todo aquello que, un día, fue primavera, verano y otoño, lo convierte en invierno, lo congela, lo hace dormir, esperar… para despertarlo de nuevo en una primavera, un nuevo nacimiento del ciclo que marca nuestras vidas… Bueno, algunas más que otras.

Una vez conocí a un hombre cambiante, un hombre que vivía por fases, por estaciones, las estaciones del año. Un hombre que dependía del tiempo, tiempo que le hacía cambiar y moverse en círculos constantemente. Un hombre del tiempo.

Sí, un hombre del tiempo. Su forma cambiaba con el tiempo, con las estaciones. El ciclo del año manipulaba su estado de ánimo, su sonrisa, sus actos… Haciéndole pasar por mil estados distintos, siempre tan intensos y extremos, tan contradictorios, tan profundos y sencillos a la vez… Tanto es así que aun pienso que quizá no era su estado de ánimo el que dependía del tiempo, si no que era el tiempo el que dependía de su estado de ánimo. Un estado de ánimo inmenso, grandioso… capaz de mover algo tan incierto y aparentemente casual como el tiempo.

En verano, sus ojos, inyectados en locura, bailaban de un lugar a otro con alegría, brillando tanto como brilla el mar una mañana de agosto. Su sonrisa despreocupada permanecía siempre en sus labios, mientras sus dientes saludaban al sol y hacían de espejo de éste, iluminando hasta el más oscuro rincón de la tierra, iluminando mi corazón.
Sus manos chocaban entre ellas dando palmas y sus dedos se chasqueaban al son de la viva melodía improvisada que salía por su boca, haciendo que todos los oídos se volviesen atentos, agradecidos. Los niños en la playa jugaban a su alrededor haciendo castillos de arena. Sus pies descalzos no paraban de moverse, iban de un lugar a otro con tanta facilidad y gracia que parecía no necesitar el suelo para sostenerse. El constante movimiento y la brisa marina hacían que los rizos de su oscuro pelo cobraran vida, rebotando de un lado a otro, sin control, entrelazándose.
El sol estaba siempre presente en su piel cobriza, un sol ardiente, luminoso, brillante… Un sol grande y explosivo, como su corazón… en verano.

Pronto llegaba el otoño. Los buenos recuerdos del verano que aguardaban en la memoria del hombre del tiempo, se secaban y se arrugaban cayendo inertes al suelo, convirtiéndose en hojarasca, en polvo. Desaparecía todo aquello que le hacía feliz, se secaba y caía al suelo. Sus manos permanecían cerradas en un puño, apretadas, como si algo muy importante aguardara en su interior… Nunca se supo lo que sostenían aquellos fuertes puños. Quizá guardaban una llave, la llave de su memoria. Memoria que no quería perder por nada del mundo. O quizá no guardaban nada, tan sólo se cerraban de tristeza, de impotencia, al no tener nada que guardar.
A veces llovía en sus ojos… Ojos que tan sólo reflejaban el color gris del cielo nublado, húmedo, triste… Sus pies empezaban a pesarle, tan sólo podía arrastrarlos por el frío asfalto de la ciudad, como alma en pena, viviendo un recuerdo, viviendo una falta. En sus labios se extinguía su sonrisa, sus dientes ya no saludaban, tan sólo se apretaban, haciendo marcar su mandíbula de rabia, de pena.
El sol se apagaba… como su corazón. Pronto se hacía oscuro, su corazón así lo hacía. Su piel también se apagaba, dejaba de tener el color del sol para tener el color de la luna. Tan sólo quedaban pequeñas marcas que servían de recuerdo de aquello que algún día fue felicidad, locura, despreocupación; de aquello que algún día fue verano.

Pero el tiempo pasaba y llegaba el invierno. Invierno que todo lo congela. El agua, las hojas secas, los recuerdos… También sus rizos se congelaban, pues dejaban de moverse por completo, se quedaban quietos, muertos. Sus pestañas, sus mejillas, su sonrisa, sus ojos… hielo.
Sus manos colgaban de sus brazos, relajadas, rendidas. A veces, él las metía dentro de los bolsillos de su gran chaquetón negro. Eso era lo único que le quedaba, su chaquetón… En ese momento lo daría a cualquier enfermo vagabundo a cambio de volver atrás en el tiempo, a cambio de volver a ser feliz.
Sus pies se hundían en la nieve, dejando huellas, rastro en círculos… Deambulaba con la cabeza agachada, pensativo. Sin embargo, no pensaba… tan sólo esperaba. Esperaba que volviese aquello que había perdido, no podía hacer nada, tan sólo esperar… Esperar que volviese a sentirse protegido, como se siente protegido un árbol con su follaje, esperar a su felicidad, esperar a la primavera… congelado.
Pero el tiempo pasaba despacio pues las agujas del reloj parecían haberse congelado también. El silencio cubría su rostro, su cuerpo. Su corazón apenas latía, apenas sentía… todo aquello que lo hacía bailar en otros tiempos, ahora lo hacía cada vez más frío, menos vivo.

Y de pronto, llegaba la primavera, casi sin avisar. Todo nacía de nuevo, los latidos de su corazón, el brillo de sus ojos, la luz radiante de su piel… Florecía su sonrisa, como florece una flor silvestre por sorpresa. Sus dientes conversaban con el sol, volvían a iluminar la vida, mi corazón. Despertaban sus rizos bailarines. Sus pies se volvían ligeros y se movían despacio siguiendo la nueva melodía que entonaba de nuevo el Hombre del Tiempo.
Todo a su alrededor crecía verde y colorido, impregnando sus ojos que volvían a tener vida. Su piel se mostraba receptiva, acogía los rayos del sol con agradecimiento y generosidad, como un árbol los agradece después de un largo invierno. Sus brazos se extendían y sus pulmones se hinchaban al llenarse de mil aromas, de mil sentimientos. Su felicidad había vuelto.
Nadie supo nunca qué era lo que le hacía volver a vivir… Hay quien dice que fue una mujer la culpable de sus cambios de humor. Quizá así fue. Está claro que lo único capaz de enloquecer al ser humano, es el propio ser humano.
Otros dicen que tan sólo era un desgraciado, loco, solitario, cuyo destino era vivir en círculos, naciendo y muriendo… una y otra vez… como las estaciones del año.

Pero eso tan sólo son suposiciones, habladurías. El caso es que nadie nunca sabrá qué es lo que le hacía vivir así; qué es lo que hacía que el Hombre del Tiempo fuera, o no, feliz; qué es lo que hace que, de repente, un día, sea primavera.

Florecía su sonrisa, como florece una flor silvestre por sorpresa.
Flores de Santiago Mendi.

domingo, 27 de marzo de 2011

Despedidas

Nunca me han gustado las despedidas, pero siempre han sido y serán inevitables. Por mucho que huyamos de nosotros mismos y nos justifiquemos con razones irracionales, para no sentir el vacío común que sentimos todos al decir adiós, todo acaba.
Tengo cuarenta y cuatro años, y en estos dos últimos, todo cuanto me ha rodeado han sido despedidas. Tristes, absurdas, e irremediables despedidas que me llevaron a convertirme en un monstruo. Un cruel asesino que acaba con las vidas de los inocentes para hacer pagar aquello que le martiriza. Un loco, ahora solitario, que intenta despedirse.

Todo empezó un domingo por la tarde, que como todos los domingos, iba a visitarte, madre, a ti y a Miguel. Cuando, enorme fue mi sorpresa, al encontrarme contigo, postrada en la cama, fría, inmóvil.
Ay madre, siento tener que decir esto, pero tú eres la causa de mi locura, el delirar de mi fiebre, el porqué de mis actos… Y es que ¡cómo no quererte!, con la dulzura con que me tratabas, con los ojos con los que me pedías perdón, con tu cariño maternal incondicional que siempre se desbordaba de tu corazón como una cascada después de un día de lluvia.
Quién me iba a decir a mí, que un alma tan dulce como la tuya, iba a provocarme esta desgracia permanente de la que no soy capaz de despedirme…
Y es que fue al entrar en tu habitación, y al encontrar tu cadáver, cuando entendí lo mucho que me hacías falta, lo mucho que te necesitaba a mi lado, lo mucho que me iba a costar despedirme de ti… Tanto, que nunca conseguí superarlo.

¿Por qué no me dijiste que teníais problemas, madre? ¿En qué momento decidiste mentirme? Si lo hubiese sabido, nunca habría permitido que ese maltratador siguiese contigo. De haberlo adivinado, ahora estarías viva.
Pero no, no podía saberlo. Y nunca me lo perdonaré. Dejé que Miguel acabase contigo apagando poco a poco la llama de tu vida. Y no pude hacer nada al respecto.

A los pocos días, a Miguel se le declaró culpable en el juicio, con cargos de maltrato y asesinato; lo encarcelaron.
Cualquier otro se hubiese quedado satisfecho con el castigo que se le daba, y se hubiese preocupado de salir adelante y superar el dolor que la muerte de su madre le había dejado dentro. Pero yo no. Yo sentía mucho más que dolor. Sentía vacío, culpabilidad, rabia, tristeza y venganza, sobre todo eso, venganza. Quería vengarte e iba ha hacerlo. Por ti, madre.

Así que no dudé ni un momento al actuar de forma rastrera e injusta hacia Miguel.
Estuve investigando, y descubrí su verdadero hogar, su verdadera mujer y sus dos hijos. Y la verdad es que no tardé en tomar la decisión que me ha llevado a escribir estas líneas, de la que tanto me arrepiento. Él me arrebató mi vida, y yo arrebataría la de los suyos.

A partir de ese momento, las cosas empezaron a suceder demasiado rápido. Cuando me quise dar cuenta, ya había acabado con la vida de la familia de Miguel, ya me había despedido de sus caras, ya me había convertido en un asesino.

Y, ¿A caso me sentí mejor al hacerlo? En absoluto. Y no me percaté de ello hasta que ya no había vuelta atrás. Había cometido tres delitos, y lo que es peor, había acabado con tres personas inocentes. Sentía odio a mi mismo. Odio por no haber evitado tu muerte, odio por utilizarte de excusa al explicar mis errores, odio por aquellas tres muertes que caían sobre mi conciencia, odio por las despedidas.

Y aquí estoy yo, un hijo que adoró a su madre como el que más, una persona que no supo actuar de forma correcta en un momento de falta de un ser querido, alguien que odia las despedidas, intentando explicar lo inexplicable, intentando despedirse.
Porque quien ha creado tanto dolor y tantas desgracias, tanto ajenas como propias, no tiene otro destino que la muerte. Y éste va ha ser mi destino, madre, junto a ti. Porque la misma razón que acabó contigo, acabará hoy conmigo, para siempre.

Nunca me han gustado las despedidas, pero siempre han sido y serán inevitables. Tan inevitables como el curso que sigue la vida después de cada decisión tomada, porque cada decisión, acarrea su consecuencia, y son sólo las consecuencias las que marcan un final en las cosas, una despedida.

jueves, 24 de marzo de 2011

Devolvédmelos

¿Quién quiere manos teniendo amigos? ¿Quién quiere riquezas, tiempo libre o belleza? ¿Quién quiere la perfección? ¿Quién quiere el cofre del tesoro, el final de una película o el beso de un príncipe? ¿Quién quiere unas vacaciones? ¿Quién quiere libertad? Yo os lo doy todo. Es vuestro.

¿Quién quiere viajar? ¿Quién quiere primaveras? ¿Quién quiere bañarse en el mar, oler una rosa o saborear un caramelo? ¿Quién quiere piernas, pensamientos o distracciones? ¿Quién quiere bolsillos? ¿Quién quiere oxígeno? Yo os lo doy.

Os doy mi voz, mis sueños, mi opinión. Os doy mi virtud y mi verdad. Os doy mis ojos, mi luz, mi despertar. Pero no os los llevéis a ellos.
Os lo doy todo, mi todo. Os doy también la nada. Os doy mi yin y mi yang, mi sonrisa y mi memoria. Mis recuerdos. Os lo doy. La moneda que me cuelga del cuello, las hojas secas de la calle, la tormenta que me enamora. Os lo doy. Os doy mi cielo, mi vida, mi edredón, mi anhelo, mis pulseras. Os doy a él. Os lo doy. Es vuestro. Os doy mi mayor bien. Os doy a él.
Pero dejadme a mis amigos, no os los llevéis.

Cogedlo todo, dejadme sin nada. Dejadme sin tiempo, sin luz del sol, sin palabras, sin pupilas. Dejadme sin música, sin sentimientos, sin esperanza. Dejadme sin él. Cogedlo. Lleváoslo. Es vuestro, todo es vuestro… menos ellos.

Lleváoslo y haced con todo lo que deseéis, lo que el capricho os pida. Tirad mis fotos, quemad mis cartas, ahogad mi voz, cortad mi cuello, gastad mi moneda, romped mis sueños, olvidad mi memoria, ignorad mi opinión, enjaulad mi libertad. Matadlo a él. Matadlo a él… pero dejadme a mis amigos. No os los llevéis. Que no se vayan. Que no se vayan… ¡Que no se vayan! Por favor… que vuelvan ya.

¿Quién quiere manos teniendo amigos? ¿Quién quiere nada? Os lo doy todo. Tan sólo les necesito a ellos. Devolvédmelos.

Ellos son mis manos, mi voz, mis sueños y mi música. Ellos son mi cuello, mi memoria, mi libertad y mi anhelo. Ellos son mi yin y mi yang, son mi sonrisa, mi cofre del tesoro… Y es que con ellos no necesito tormentas que me enamoren, ni luz del sol por las mañanas. Pues ellos son mi sol, mi amor.
Con ellos no le necesito a él. Ellos me lo dan todo. Con ellos me sobran las riquezas y la belleza, con ellos me sobra la perfección, la libertad y los recuerdos. Con ellos me sobra todo.

Tan sólo les necesito a ellos. Devolvédmelos.

¿Quién quiere manos teniendo amigos? Devolvédmelos.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Esperando la casualidad

Qué pena sólo verte por casualidad, al doblar una esquina, al cruzar una calle, al quedarme dormida… Qué pena no conocer tu nombre, tu vida. Qué pena no poder verte, tan sólo encontrarte. Qué pena mirarte, buscarte… y que no estés.

Hoy no estabas. Ayer no estuviste. Llevo días sin verte… Bueno, sin encontrarte. ¿Te has ido? ¿Volverás? Quizá te has ido para siempre… Quizá has encontrado otra esquina por donde aparecerte y hacer temblar a otra persona… dejarla sin respiración con tu sonrisa… vaciarle la mente ocupándolo todo… Quizá te has ido de viaje, buscando nuevas sonrisas, sonriendo. Siempre lo haces.
Quizá nunca pasaste por esta esquina. Quizá nunca sonrías. Quizá te imaginé…

Quizá sólo deba esperar a otra casualidad para verte, quizá deba quedarme dormida… y soñar. Soñar que cruzo la calle y te encuentro en la equina, sonriente… como siempre. Como nunca. Que me saludas, que mis pies fallan y que dejan de moverse, que dejo de respirar… y soñar.

Qué pena sólo verte por casualidad, al doblar una esquina, al cruzar una calle, al quedarme dormida…

sábado, 19 de marzo de 2011

Mi universo, las palabras

Palabras que cuentan,
palabras que esconden,
palabras que dicen mucho,
palabras que no dicen nada,
palabras malvadas,
palabras amables,
palabras que sobran.
Palabras de palabras.

Mi universo, las palabras.
Mi amor y mi miedo,
mi vicio y mi anhelo,
mi virtud y mi defecto,
mi terror, mi error, mi vida…
y ahora mi muerte…
Palabras.

Retorcidas palabras.
Ideales, palabras.
Preocupaciones, palabras.
Sentimientos, palabras.
Lágrimas o sonrisas, palabras.
Palabras de palabras.

Las palabras se las lleva el viento,
dicen los enemigos de éstas.
Pero, ¿y qué es viento, si no una palabra más?
Las palabras se las llevan las palabras,
y en su lugar aparecen más palabras.
Siempre palabras, palabras de palabras.

Palabras que hieren,
palabras que hacen volar,
palabras festivas,
palabras de amor,
palabras de odio,
u odiosas palabras.
Palabras de palabras.

Una imagen vale más que mil palabras,
dicen de nuevo.
Pero yo os digo: detrás de ésta imagen,
hay más de mil palabras.
Millones. Un universo complejo, único,
como una imagen parafraseada.

Palabras interrogantes,
respuestas de palabras.
Palabras bruscas,
palabras cálidas,
palabras como cuchillos,
palabras como el plomo.
Palabras de palabras.

Palabras que se repiten,
palabras que gustan,
o que no gustan.
Moda de palabras,
palabras valientes,
palabras prohibidas,
palabras que no serán nunca palabras.
Palabras de palabras.

Mi universo, las palabras.
Si me las quitas, no soy nada.
No me selles los labios, no me hagas callar,
no me mates las palabras, no me las hagas olvidar.
Que sin ellas yo no vivo, que sin ellas no soy nada.

Ni nada puedo ser,
puesto que nada es palabra,
y mis palabras son prohibidas.
Y como así tiene que ser,
dejaré de vivir por ellas,
hasta que cambie mi suerte
un nuevo amanecer.

viernes, 18 de marzo de 2011

Ubi sunt?

¿Dónde están, dónde irán los recuerdos que perdimos?
¿Dónde están, dónde irán los besos que no dimos?
Las muñecas, los abrazos, las canciones,
las pinturas, los inviernos, los cajones…

¿Dónde acaba todo aquello que fue nuestro?
¿Dónde acaba nuestro antiguo pensamiento?
Las miradas, las verdades, los vestidos,
las apuestas, las promesas, los suspiros…

¿Desaparecen, envejecen,
o simplemente no vuelven?
Quizá vuelen, quizá viajen hacia aquellos,
que por rarezas de la vida,
carecen de momentos bellos.

jueves, 17 de marzo de 2011

The Pigeons



Deja que tu pelo se enrede por el viento y que tu mente pierda la razón.
Deja que tu sonrisa aparezca al oír esta canción.
Deja que las horas pasen y que los bares se llenen de amistad.
Deja que Las Palomas te enseñen lo que significa libertad.

Qué manía tenemos los humanos,
que lo que no tenemos deseamos.
Libertad inalcanzable,
de valor incalculable.
La perseguimos, la deseamos,
pero no la atrapamos.

Pertenece a las Palomas.

Afloja los grilletes de la responsabilidad,
abre tus alas y salta hacia la inmensidad,
deja actuar a tu curiosidad,
y así sabrás lo que es la libertad…

Pertenece a las Palomas.

Toma los rayos del sol para improvisar tu camino,
olvídalo, es algo más que un destino,
es un sentimiento repentino.
Y ahora dime, con honestidad…
¿Sientes lo que es la libertad?

Pertenece a las Palomas.

Desabrocha los botones de la precisión
y baila conmigo esta canción.
Que aquí se acaba la lección,
ésta es tu última oportunidad,
¡disfruta de la libertad!

Deja que tu pelo se enrede por el viento y que tu mente pierda la razón.
Deja que tu sonrisa aparezca al oír esta canción.
Deja que las horas pasen y que los bares se llenen de amistad.
Deja que Las Palomas te enseñen lo que significa libertad.

Pertenece a las Palomas.