sábado, 28 de enero de 2012

El Ladrón de las Agujas del Reloj

Travis es un niño muy curioso. Sus grandes y atrevidos ojos verdes siempre están buscando algo con lo que entretenerse. Nunca se aburre, siempre encuentra algo con lo que jugar inventándose historias. Pero hoy Travis está castigado… La señora Pistacho está enfadada con él por haber desordenado la cocina. Travis pensaba que eso era divertido: cambiar las cosas de sitio, como si un huracán hubiese llegado a su cocina y hubiese escondido todo. Puso los cubiertos en el florero y las flores en el cajón, las servilletas en la nevera y los huevos junto al mantel, la sal en el recipiente del azúcar y el azúcar en el de la sal, los platos en la lavadora y la ropa en el lavaplatos… ¡Menudo desastre!

Cuando la señora Pistacho castiga a Travis, lo hace encerrándole un rato en la “habitación aburrida”, o así la llama él. Realmente es una habitación muy aburrida… no hay nada con lo que entretenerse: las paredes son grises, no hay muebles, sólo una bombilla colgada del techo y una ventana pequeña y alta… tan alta que Travis no llega a asomarse en ella por mucho que se ponga de puntillas. El único objeto que tiene esa habitación es un reloj. Un reloj colgado en la pared, blanco con doce números y tres agujas negras…

Esta vez la señora Pistacho ha castigado quince minutos a Travis en la “habitación aburrida”. Travis observa el reloj con ganas de salir, con ganas de que esos quince minutos pasen rápido…

Quizá un Travis aburrido... con sus grandes ojos verdes atrevidos...
deseando que pase el tiempo...



Tic, tac, tic, tac, tic, tac… Han pasado cinco minutos y Travis no puede más, quiere salir a jugar con Edith al jardín, quiere lanzar la gran pelota roja lejos y que ésta rebote y rebote tan alto que llegue a la luna, y que allí vuelva a rebotar hasta llegar a su jardín de nuevo. Pero las agujas del reloj se mueven despacio…

Travis, de repente, recuerda que un día vio en la televisión a un señor vestido de negro con un sombrero brillante que se concentraba mirando una cuchara de aluminio y conseguía doblarla sin tocarla… Piensa que quizá, si se concentra mucho, puede mover las agujas de ese reloj tal y como ese señor movía la cuchara.

Y lo prueba… Se pone cerca del reloj con cara seria y, concentrándose, mira las agujas… Pasan diez segundos y Travis continua concentrado, con la frente arrugada… Hasta que, al final, la aguja que marca los minutos se mueve hasta el número 3 como por arte de magia. ¡Travis lo ha conseguido! ¡Ha movido las agujas del reloj! ¡Ha hecho que pase el tiempo hasta el momento que él quería! Travis sale a jugar al jardín, donde le espera Edith con la gran pelota roja.

Al día siguiente, Travis se aburre en clase de matemáticas… Decide probar de nuevo eso de controlar el tiempo… Se concentra, arruga la frente, mira las agujas del reloj de clase seriamente… ¡Y consigue moverlas! ¡Ya es la hora del recreo!  Todos los niños salen al patio del colegio felices y la señora Lapicero se siente un poco extraña, pero no pregunta nada.

Cuando se termina el recreo, Travis no quiere volver a clase, prefiere quedarse jugando a los fantasmas con sus amigos… Así que decide mover las agujas del reloj hacia atrás, para que la hora del recreo no termine todavía… ¡Fantástico, lo ha vuelto a hacer! ¡Travis controla las agujas del reloj!

……….

Y cada día Travis mueve las agujas de los relojes a su gusto… Hace que llegue antes la hora del recreo, que dure más, que se terminen rápido las clases aburridas, que los castigos de la señora Pistacho sean cortos, que la hora de ordenar la habitación no llegue nunca, que la cena dure un instante y que la hora de ver la televisión sea infinita… Travis tiene el poder de controlar el tiempo y no duda en usarlo. ¡Qué divertida es la vida de repente!

……….

Son las ocho de la mañana. Tavis está en la cama. La señora Pistacho se acerca a él y con una caricia le despierta:

- Es hora de ir al colegio, amor…

- Es la hora que yo quiero que sea… - dice Travis en voz baja mientras se esconde bajo su edredón de fresas… Él quiere continuar durmiendo… ¡Qué pereza! Saca los ojitos del edredón y, cuando se dispone a cambiar el tiempo como de costumbre:

- ¡¿Pero qué ha pasado?! ¡Mamá! ¿Dónde están las agujas de mi reloj?

- ¿Cómo que dónde están? ¿Dónde quieres que estén? Pues en el rel… ¡Oh, ¿qué has hecho esta vez?! ¡Mira, están en el suelo! ¡Seguro que se han roto por tu culpa! ¿No te he dicho que con las cosas de casa no se juega? ¡Sieeeeempre igual! ¡Si es que no gano para disgustos contigo!

Y, efectivamente, las agujas del reloj azul de la habitación de Travis se han caído al suelo… Pero no sólo las de su reloj… Sino las de todos los relojes del mundo… El reloj de la cocina, el reloj del colegio, el reloj de la plaza… Todas las agujas de todos los relojes se han caído, han dejado de funcionar. ¡Incluso las del reloj de la “habitación aburrida”! La gente está desconcertada, nadie sabe qué hora es, las personas van por la calle preguntando:

- ¿Qué hora es?

- No lo sé…

- Disculpe, ¿qué hora es?

- No tengo ni idea… ¿Tiene usted hora?

- No, lo siento… No sé qué le pasa a mi reloj…

Resulta que, de tanto jugar con el tiempo, Travis ha conseguido que todas las agujas de todos los relojes del mundo se caigan, dejen de sostenerse en su lugar.

- Esto me pasa por abusar de mi poder… -dice Travis entristecido… Él sabe que no debió usar tanto eso de cambiar el tiempo, que algo malo le tenía que traer… ¡Pero no pudo resistirse! Y, ¿qué puede hacer ahora? Ya es demasiado tarde para arreglarlo…
Muchas personas intentan arreglar sus relojes pegando las agujas con cola extra-fuerte, otras lo intentan atándolas con cuerdas o poniéndoles tuercas nuevas… pero se vuelven a caer, no aguantan donde les toca… Como si las agujas se negaran a seguir funcionando, como si el tiempo hubiese dejado de existir, como si se hubiese acabado… Nunca es ninguna hora, siempre es la misma…

La gente ya no sabe cuándo despertarse, o cuándo irse a dormir; cuándo tiene que ir a trabajar, cuándo se abren las tiendas, cuándo se hace de noche y cuándo de día… Nadie sabe cómo organizarse sin saber qué hora es…

Y así van pasando las horas, o los días, o las semanas… Quién sabe cuánto tiempo ha pasado… Cuando, un día, mientras Travis dibuja en su libreta de colores, se oye un grito desde el salón… Es la señora Pistacho, que dice:

- ¡Travis, hijo, ven! ¡En las noticias dicen que alguien ha robado las agujas de los relojes! ¡Corre, mira a ver si es verdad!

Travis corre hacia la cocina. Abre el cajón dónde tienen guardadas todas las agujas de todos los relojes de la casa. ¡No están!

- ¡Mamá! ¡Han desaparecido!

Vuelve corriendo hasta el salón y se pone junto a la señora Pistacho, en frente de la televisión:

- … este ladrón, al que llamamos El Ladrón de las Agujas del Reloj, se ha llevado sin dejar rastro todas las agujas de todos los relojes. Creemos que puede tratarse de una banda organizada, o de alguien con mucha experiencia. Pero la pregunta que nos ronda a todos la cabeza es: ¿Para qué quiere alguien tantas agujas de reloj? La policía está en estos momentos investigando sobre el tema… Les informaremos próximamente.

Travis sale a la calle para dar un paseo y pensar… Está preocupado… ¡Han robado las agujas de todos los relojes del mundo por su culpa! ¡Tiene que haber una solución… Pero, ¿cuál?
Al llegar a la esquina de la plaza mayor del pueblo, oye unos gritos… ¿De dónde vienen? Se asoma a ver qué pasa y se encuentra con un montón de gente reunida en la puerta de la relojería del señor Locke:

- Disculpe, señora Almendra, si yo no digo que no tenga usted razón… Realmente las cosas están muy negras con este problema de los relojes… Pero, ¿no ha oído usted las noticias? Esto ha pasado a nivel mundial, no sólo en este pueblo; por lo tanto, el hecho de que las agujas de los relojes se hayan caído y las hayan robado no es culpa mía… Saben todos bien que llevo muchos años trabajando en este oficio y que nunca han tenido ni una sola queja de mi servicio como relojero. Confíen en mí, yo no he hecho ningún daño a nadie… La cuestión de las agujas de reloj está causada por un fenómeno extraño que nada tiene que ver con la mano de obra relojera… - dice el señor Locke nervioso.

- Pero, señor Locke, estará usted de acuerdo conmigo con que algo tenemos que hacer, ¿no? Si usted nos ha vendido unos relojes que no funcionan, bien podemos pedirle que nos devuelva el dinero… - dice la señora Almendra.

- ¡O incluso una indemnización! - dice el señor Pepinillo indignado.

- Pero, ¿no se dan cuenta de que, si todo el pueblo me exige una indemnización, no voy a poder pagarla? ¿Ustedes qué buscan? ¿¡Arruinarme!? - responde el señor Locke colérico.

- ¡Arruinados estamos nosotros con esto de no tener hora! – vuelve a gritar el señor Pepinillo.

- ¡Queremos nuestra indemnización! ¡Así que tiene una semana para conseguirla o pagará las consecuencias! ¡Sí, eso, una semana! – gritan todos.

El pobre señor Locke no sabe qué decir. Se queda callado y espera a que toda esa gente enfadada se vaya. Travis le observa desde la otra acera…

El señor Locke es un señor muy, muy, muy mayor. Tiene la piel muy arrugada y los ojos pequeñitos. Siempre fuma tabaco con su pipa de madera y hace círculos de humo en el aire. Es muy alto y grande… tanto, que tiene que pasarse el día encorvado porque no cabe bien en su pequeña relojería llena de cacharros. Y, de tanto tiempo que ha pasado con la espalda doblada, el cuerpo ya le ha cogido forma de C. A Travis le cae bien el señor Locke, pero siempre lo ve andar solo… nunca le ha visto ninguna compañía… Unos dicen que es un espíritu huraño que ni pide ni espera nada de nadie, y que por eso está siempre tan solo… Otros dicen que de tanto trabajar entre relojes, engranajes y agujas, se ha vuelto loco… Travis piensa que tan sólo es un relojero inofensivo, un hombre acostumbrado al silencio dictado por un tic tac, un compañero que esconde mil aventuras…

- ¿Qué haces ahí mirándome tan quieto, muchacho?

- Oh, perdone… Resulta… que… no he podido evitar escuchar su conversación con los vecinos…  y… bueno… verá… me gustaría ayudarle…

- ¿Ayudarme? ¿En qué podrías ayudarme tú? Los vecinos están enfadados, y con razón, pero no saben que yo no tengo la culpa… No se dan cuenta de que el problema que tenemos es mucho más grave que el de unas indemnizaciones económicas… Esto es algo mucho más complicado…

- ¿Complicado?

- Sí, complicado… Verás: resulta que el tiempo ha perdido su orden, por eso ya no hay tiempo, el tiempo ha dejado de pasar, de existir… y por eso las agujas de los relojes han dejado de marcarlo. Y todo esto sólo puede significar una cosa: que un pobre insensato ha estado jugando con el tiempo.

- Pero… ¿Cómo sabe usted eso, señor Locke?

- ¡Ay, hijo! Es que yo ya soy muy mayor… y llevo toda una vida dedicándome a estas perfectas y bellas máquinas que nos marcan el tiempo constantemente… Y con todos estos años, he aprendido muchas cosas del tiempo… cosas que la gente muchas veces olvida…

- ¿Qué cosas?

- ¡El tiempo es muy importante, amigo! Y, aunque a veces nos resulta demasiado contundente, debemos respetarlo… Debemos vivir cada segundo cuando toca, no esperar a hacerlo más tarde; debemos dejar que el tiempo pase, por mucho que nos parezca que va muy rápido a veces y muy despacio otras veces; podemos contar el tiempo, si eso nos hace sentir mejor, pero lo que no podemos hacer es intentar cambiarlo… Si no queremos que pasen cosas como esta…

- Señor Locke… yo… creo que… yo… ¡Por mi culpa las agujas de los relojes se cayeron!

- Pero, ¿qué dices muchacho? No lo creo…

- ¡Que sí, que sí, de verdad! ¡Fue mi culpa!

Travis explica al señor Locke su poder, el uso que le dio y las consecuencias que eso le trajo… El señor Locke, asombrado, no despega los labios… Se queda pensativo unos minutos… A continuación se enciende la pipa con movimientos pausados y, tras unas caladas profundas, dice:

- Querido… debemos recuperar el tiempo perdido.

Quizá un señor Locke sin tiempo que perder...



Travis y el señor Locke se quedan toda la noche pensando maneras de arreglar aquel desastre… ¿Cómo pueden recuperar los momentos perdidos? ¿Cómo pueden volver a restablecer el orden del tiempo?

……….

Después de mucho pensar y discutir diferentes opciones, deciden que lo mejor que pueden hacer para recuperar los momentos perdidos es cumplir con todo lo que Travis dejó de hacer en su momento por cambiar el tiempo. Y con esa idea, se ponen a hacer todos los deberes de matemáticas de Travis, a ordenar su habitación, a doblar la ropa de su armario, a guardar los juguetes… Lo van haciendo todo entre los dos. Y, al final, después de toda una mañana de trabajo, consiguen terminar con todas las tareas que Travis había dejado pendientes. Pero, ¿han recuperado el tiempo perdido? Se sientan en la relojería del señor Locke y esperan… esperan a ver algún cambio, esperan a oír el “tic, tac” tan deseado…

……….

Pasan unos minutos, no se oye nada… ¡No ha funcionado! Travis hace memoria… ¿se olvidan de algo? ¿Qué tarea falta por hacer?

- ¡Ya está! ¡Ya lo tengo! ¡Venga, señor Locke, venga conmigo!

Travis empieza a correr dirigiéndose a su casa y el señor Locke le sigue como puede, apoyándose en su bastón de madera… Nada más llegar a casa, Travis atraviesa la puerta y lleva al señor Locke hasta la “habitación aburrida”, cierra la puerta tras ellos, y se queda en absoluto silencio, expectante…

- Pero, muchacho, ¿qué pretendes?

- ¡Sht! Espere y verá…

Travis recuerda cómo empezó todo… con un castigo en esa habitación que debía durar quince minutos pero que sólo duró cinco… Esa fue la primera vez que Travis usó su poder… También debía recuperar ese momento perdido…

……….

Pasan los diez minutos y, de repente, se empieza a oír un sonido un tanto extraño… como un zumbido… Salen a la calle los dos compañeros y…

- Pero, ¿qué está pasando, señor Locke? ¿Qué es todo eso?

- ¿No lo ves, hijo? ¡Es fantástico! ¡Son las agujas de los relojes del pueblo, todas están volviendo a su sitio! ¡Parece magia!

Y, efectivamente, todas las agujas de reloj están volviendo hasta dónde les corresponde. ¡Han conseguido recuperar el tiempo perdido! Los vecinos salen a la calle, satisfechos, sabiendo qué hora es… Al señor Locke se le ve sonreír bajo su bufanda… respira ahora más tranquilo. Pero a Travis hay algo que todavía no le cuadra… ¿dónde estaban las agujas? ¿Quién las tenía? ¿Quién es El Ladrón de las Agujas del Reloj?

De repente se oyen unos gritos que vienen de la plaza mayor del pueblo… Travis se dirige allí corriendo y el señor Locke, curioso, le sigue.

- ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Estoy aquí arriba! ¿Puede alguien ayudarme? ¡Estoy aquí colgado! ¡Socorro!

¡Era el señor Mostaza colgado del minutero de la plaza mayor! ¿Qué hace? ¿Cómo ha llegado allí arriba?

- ¡Tranquilo, señor Mostaza! ¡Enseguida le bajamos de ahí! ¡Voy a pedir ayuda! – dice Travis.

- ¡No! ¡Por favor! No me dejes solo… Tengo mucho miedo… - responde el señor Mostaza con voz temblorosa…
Quizá un Ladrón de Agujas de Reloj que ha perdido el tiempo...



- ¿Miedo? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

- Es que… Bueno… ¡Está bien, lo confieso! ¡Fui yo quien robó las agujas del reloj! ¡Yo me las ingenié para quitaros las agujas a escondidas y llevarlas a mi casa! ¡Yo y sólo yo!

- ¡¿Por qué lo hiciste, ladrón?! – grita el señor Locke furioso, que acaba de llegar a la plaza.

- ¿Que por qué lo hice? – responde el señor Mostaza – Vosotros no sabéis nada… creéis que sabéis pero no tenéis ni idea… No sabéis lo que es el dolor, lo que siento yo cada mañana cuando me levanto y me veo más viejo… Lo que sufro cuando pienso que algún día, no muy lejano, me voy a morir… Tengo muchas heridas, ¿sabéis? ¡Muchas! Y no hablo de heridas en la piel… Hablo de heridas en el corazón… Y me dijeron que el tiempo cura todas las heridas… pero yo no tengo tiempo… los días, las horas, los segundos se me escapan de las manos… ¡La vida se me escapa! ¡Se va! Yo sólo quería que eso no me pasara… sólo quería vivir tranquilo, sin estar pendiente del tiempo que pasa tan rápido… quería tener tiempo… tener mucho tiempo… Por eso pensé que, si robaba las agujas de reloj, el tiempo sería mío… ¡Y lo hice! ¡Claro que lo hice! Pero luego todas las agujas empezaron a volar por los aires, se me escaparon. Y yo, en un intento de aferrarme a ellas, me agarré a esta aguja de la que ahora estoy colgado… Y salí disparado hasta llegar aquí…


- ¡Eres un egoísta, Mostaza! – grita el señor Locke mientras se agarra con su enorme y arrugada mano al bastón de madera que le sostiene – ¡Yo soy más viejo que tú! ¡Y no por eso me convierto en un ladrón!

- ¡Esa es la diferencia entre tú y yo, señor Locke! ¡A mí me gusta la vida, me gusta vivir! ¡Y tú sólo eres un viejo resignado, que espera la muerte a cada paso que da! – contra-ataca el señor Mostaza.

- ¡Basta! – grita Travis en un intento de calmar la situación – Robar no está bien, por mucho que se tenga una explicación… Pero, Señor Locke, deje de llamarle ladrón al señor Mostaza, eso no soluciona las cosas… Además, él no tuvo la culpa de que el tiempo se perdiese… ¡La culpa fue mía! Y, señor Mostaza, el señor Locke no es un viejo resignado, ¡todo lo contrario! Él sabe vivir cada momento cuando toca, sabe aprovechar el tiempo, aprovechar la vida… ¡Y eso es lo que debería hacer usted! Dejarse de tanta queja y vivir como el señor Locke. Porque el tiempo no se puede controlar. ¡Y, créame, esto es algo que he aprendido muy bien! Así que deje de intentar buscar, controlar, el tiempo… porque lo único que hace al intentarlo, es conseguir perderlo.

Mientras Travis habla, todos los vecinos del pueblo van llegando a la playa mayor: el señor Pepinillo, la señora Almendra con la pequeña Edith, el señor Pimienta, la señora Pistacho… todos están escuchando las palabras de Travis. Y, cuando su discurso termina, todos se arrancan a aplaudir. Travis, sin darse cuenta, ha emocionado a todo el pueblo… Pues todos, en algún momento de su vida, habían sentido que el tiempo se les escapaba, habían deseado tener todo el tiempo del mundo, habían intentado controlarlo, y todos, en algún momento, lo habían perdido.

Y es que es curioso esto del tiempo… A veces pasa tan rápido, y a veces tan lento… Pero, ¿qué le vamos a hacer? ¡Aprovechemos cada tic tac como es debido, hagamos cada cosa en su momento, dejemos que el tiempo pase y, mientras pase, vivámoslo!
Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac...