jueves, 10 de marzo de 2011

Inevitable


Hay cosas inevitables en esta vida, y éstas suelen ser las más terribles, absurdas o pasionales. Como la muerte, los despistes o el amor. Todas ellas callejones sin salida con un gran final.

Luchamos continuamente contra ellas, como aquel que salta para evitar meter el pie en un gran charco de agua de lluvia, cuando sabe perfectamente que, unos metros más allí, va a meter, por error, el pie en un charco mayor… Inevitable.

Inevitable como quemarse con el primer sorbo de café, morderse la lengua o sonreír al ver a esa persona. Inevitable como golpear con los nudillos una mesa para combatir el aburrimiento o mover el pie al compás de la música que nos invade. Inevitable como asustarse después de ver una película de terror o reírse al oír un chiste malo. Inevitable como quedarse dormido al apagar el despertador, pelearse con los hermanos o pisar una caca de perro camuflada entre la hierba. Inevitable como perder una púa, un clip o una goma de pelo. Inevitable como odiar a quien nos odia, echar de menos a quien nos falta y querer a quien nos cuida. Inevitable.

Y, ¿por qué será que pretendemos evitar siempre todo lo inevitable? Intentamos inventar mil vacunas para curar nuestros males y desgracias, creamos potingues y productos para combatir esto a lo que llaman “ley de vida”, soñamos con remedios y pociones que nos hagan inmortales, saltamos charcos de agua de lluvia, y pedimos no enamorarnos de esa persona, no pensar en aquel día y no soñar con esa posibilidad... Otra vez pedimos demasiado.

Por eso propongo algo nuevo, diferente. Propongo dejar de intentar evitar lo inevitable, dejar de intentar salir de este callejón sin salida y disfrutar del viaje. Propongo lanzarnos y meter el pie en el primer charco de agua de lluvia que veamos y mojarnos los pies. Es más, propongo ponernos las botas de plástico y saltar de charco en charco hasta empaparnos como niños que juegan a ensuciarse, y bailar, y ser felices de una vez, disfrutando de lo que inevitablemente pasará.

Y equivocarnos, y tropezar, y mordernos la lengua, y perder las cosas, y apagar el despertador, y discutir, y reconciliarnos… y enamorarnos. Enamorarnos y disfrutar de ello, y luego sufrir, y olvidar, y volver a empezar, y volvernos a enamorar. Inevitable.

Porque, si todo esto es inevitable, ¿por qué luchar contra ello? Ese es el puro inconformismo del ser humano, qué le vamos a hacer... Siempre nos quedará algún charco de agua de lluvia para recordarnos que debemos dejar de evitar todo aquello inevitable, puesto que, de un modo u otro, terminaremos con los pies mojados, y, ¿qué mejor forma que mojárselos disfrutando?

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