domingo, 13 de marzo de 2011

El viejo sofá de mamá

Está claro que los humanos tenemos la manía de querer transformar todo cuanto nos rodea para nuestra propia comodidad.
Llevamos relativamente poco en el mundo, y los cambios que le hemos hecho sufrir a este bello planeta que nos ha dado la vida son infinitos.
Somos así, egoístas, inconscientes, egocéntricos…

Por causas que desconocemos, éste planeta al que llamamos Madre Tierra, corresponde a su nombre dándonos todo lo necesario para vivir. ¿Y cómo se lo agradecemos? Destruyéndolo.
Nos apropiamos de lo que nunca ha sido nuestro y lo quemamos, matamos, y construimos encima. Enterramos en tierra sagrada lo que ya no nos es de utilidad, para así, deshacernos de tanto estorbo. Les quitamos el hogar a miles de seres vivos, mientras exigimos nuestro derecho humano de disponer de una casa propia. Aplicamos a todo la ley del más fuerte, siempre y cuando el más fuerte sigamos siendo nosotros, claro. Cogemos el tesoro líquido más preciado que nos ha podido conceder nadie y lo contaminamos y malgastamos como niños malcriados que estropean un sofá nuevo con sus pinturas.
Y después de todo esto, ¿realmente hay alguien que no pueda dormir por las noches a causa de remordimientos? Nadie. Porque nadie es consciente del daño que está provocando la calefacción tan alta en su salón, o esa lata vacía que echó al mar despreocupadamente, o aquellos papeles que tiró en la basura orgánica en lugar de llevarlos dos metros más a la derecha, donde espera el contenedor de papel para reciclar, y evitar, así, la muerte de mil y un árboles.

Y es que el sofá nuevo de mamá empieza a flaquear… Tiene agujeros en su capa de ozono, cojea de una pata trasera llamada energía renovable, chirrían sus muelles como débiles animales pidiendo un poco de clemencia por parte de los niños malcriados que no dejan de destrozar su hábitat y que no descansarán hasta acabar con él.

Quizá el problema es que nadie aún se ha planteado la posibilidad de que no es el mundo el que debe cambiar, si no nuestras mentes, que, al parecer, son las que no se encuentran a gusto con él.

Estaría realmente bien empezar a guardar la caja de pinturas y dejar el sofá nuevo de mamá tranquilo. Después de todo, éste juego que tanto nos divierte ahora, va a ser el que habrá estropeado nuestra herencia más tarde.
Aunque todo esto nos da igual. Pocos son los que realmente tienen consciencia de esta catástrofe que estamos creando, pocos son los que de verdad quieren e intentan ponerle remedio…
Pero es que resulta que si no colaboramos todos, esto no funcionará. Aún estamos a tiempo, mamá no ha visto el sofá, aún tenemos tiempo de coser los rotos, de lavar las manchas, la pintura aún no está seca; no está todo perdido. Tan sólo necesitamos hacer éste “clic” en nuestras cabezas, tan sólo eso…
Porque tenedlo claro, el problema no está en la capa de ozono, ni en la falta de agua potable, ni en el deshielo de los polos… el problema está en nuestras mentes, y eso, tiene solución.


Crancs

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