domingo, 2 de febrero de 2014

El alivio de la autodestrucción


De no parpadear, dejaría que se me secaran los ojos hasta quedarme ciega y dejar de verte. Buscaría aquel pequeño y afilado cristal que depositaste en la cajita de mi inconsciente la primera vez que me miraste. Con un martillo, me golpearía la cabeza una y otra vez para derribar hasta el último escalón del pedestal que yo misma te construí. Me cosería los brazos al cuerpo para no poder abrazarte por mucho que quiera. Me arrancaría los tímpanos para no oírte decir nada. Me cortaría la piel con cualquier cuchillo sin cesar hasta que mi cuerpo olvidase el tuyo. Me amputaría las manos para no acariciarte. Me mordería los labios hasta destrozarlos y no poder besarte. Me metería un cañón de Revólver por el coño y dispararía sin pestañear para no tener nunca más ganas de follarte. Me reventaría el pecho y lavaría mi corazón como si fuera una esponja para quitar tus manchas. Me abriría en canal y me destriparía poco a poco hasta sacarte de dentro. Y mi sangre lo empaparía todo.

Me dejaría morir con tranquilidad, sin lucha, si tuviera tan solo una leve esperanza de que no serias mi último pensamiento.

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