martes, 21 de junio de 2011

Señor Reloj



Señor Reloj, 

Siento comunicarle que, de ahora en adelante, debo prescindir de sus servicios. Sí, lo sé, ha sido usted de gran ayuda durante todo este tiempo y no se merece este desprecio repentino. Ha estado siempre que lo he necesitado, marcando el paso del tiempo, recordándome que la vida se me escapa, haciendo sonar y resonar su “tic-tac” sin descanso... ¡Y nunca me ha fallado! Usted siempre tan puntual… Por eso siento tanto tener que despedirle.

Pero, verá… las cosas han cambiado. Resulta que he probado la vida sin usted y me resulta mucho más satisfactoria. Ahora puedo dormir hasta tarde sin preocuparme de sus gritos cada mañana, puedo escuchar una misma canción tres veces seguidas cantándola des del principio hasta el final sin sentir que estoy perdiendo el tiempo, puedo salir a la calle y no volver a casa hasta que mi cuerpo me lo pida, puedo desayunar al mediodía y cenar de madrugada, puedo mirar a alguien a los ojos y sentir de veras que el tiempo se para… puedo disfrutar uno a uno los minutos sin necesidad de ser consciente de que se me escapan.

Ya no voy corriendo de aquí para allí mientras miro como sus agujas se adelantan burlándose de mí. Ya no le busco con la mirada deseando encontrarme con su mejor cara. Ya no pregunto por usted. Ni siquiera le miro por las noches.
Y ya no tengo miedo de llegar tarde, porque nunca es tarde si usted no está. Ya no siento ganas de mover sus rígidas agujas, porque ya no dependo de ellas. Hago lo que quiero cuando quiero. No le necesito. Ni a usted, ni a sus agujas, ni a su perfecta exactitud.

Aun así, le agradezco los servicios prestados y espero de veras que no me guarde rencor alguno. Por supuesto recibirá usted mi mejor recomendación para todo aquél que desee atormentarse con el sonido de los pasos del tiempo, para todo aquél que no sepa disfrutar sin contar los segundos de los minutos de los momentos, para todo aquél que crea tener todo bajo control y no se de cuenta que realmente no hay nada que controle al tiempo y a su velocidad… Porque el paso del tiempo es incontrolable, señor Reloj, y por mucho que lo cuente, lo siga y lo predique, nunca dejará de serlo.

Hasta nunca,

Itsaso de Verano


viernes, 3 de junio de 2011

¿Qué pasa?



- ¿Qué pasa?
- Nada. ¿Qué pasa? ¿Por qué preguntas qué pasa?
- No sé… ¡por algo te lo he preguntado!
- Pero si preguntas qué pasa, es porque crees que pasa algo cuando, en realidad, no pasa nada… ¡Así que a la que realmente le pasa algo es a ti! ¡¿Qué pasa?!
- ¡Nada! Tan sólo preguntaba qué pasa, ¡¿qué pasa?! ¿No puedo preguntar qué pasa?
- Sí, pero entiéndeme... es raro que preguntes qué pasa cuando no pasa nada.
- ¿Qué pasa si pregunto qué pasa? ¡No pasa nada!
- Bueno…
- Dejémoslo.


- Beth.
- ¿Qué?
- ¿Qué nos pasa?
- No lo sé.