El hielo, aburrido de tanto esperar a que lo rompiéramos, se
deshizo. Tan solo quedó un fino charco de agua ante nosotros. Un tembloroso
espejo donde se reflejaba nuestra historia vacía y todo lo que podríamos haber
sido y no seremos jamás. Pero el charco no tardó mucho en desaparecer, se
desvaneció, se mezcló con el aire que respiramos al no decirnos adiós.
Hoy tu mirada es la imagen del hielo que nunca rompimos. Te
miro y no veo nada. Nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario