Puede ser que
existan en mí dos maneras de quererte.
La primera es
infinita, libre y desordenada; te quiero grande, en explosión, contradicción y
danza; te quiero desbordante, plena y peligrosa; loca, montaña rusa, grito a
pulmón y heladito de pistacho a las seis de la tarde; te quiero desnuda,
salvaje y violenta, rebelde ante todo concepto inmoral, pistola en la sien y
dildo juguetón entre las piernas. Te quiero enamorada, besando, volando,
viajando y enamorando a todo el mundo; te quiero caliente, sexual, brutal,
anal, orgasmo y pelos de punta; te quiero enfadada, potente, mordiendo la
cuerda que aprieta, acariciando las grietas, partiendo cadenas y echando la siesta.
Te quiero mojada y seca, niña y vieja, blanca y morena, feliz y deshecha.
También te quiero pequeñita, dulce, frágil, suave, tierna, como aquella cereza
que mientras se deshace espera un rescate. Te quiero ancha y seria, fría y
llena, triste y buena; y te quiero ganadora, pedante, triunfante, orgullosa,
buena suerte, dado y cubilete. Te quiero brillante, estrella, sonrisa y tregua;
te quiero errónea, dudando, pensando, falta de ortografía, tachón y vuelta. Te quiero
diosa, tomando el mar, bañada en sol, dejándote trepar por aquel caracol que
tanto tarda en llegar; te quiero sonriente, buenos días, legaña, pirata,
mentira y atenta. Te quiero primera, cabeza, líder, índice y tremenda; volcán,
huracán, serpiente y vela; y última, incluso te quiero última…
Pero de repente
aparece mi segunda manera de quererte… quizá más oscura, egoísta, impura; y es
que te quiero mirándome, buscándome, abrazándome; te quiero queriéndome,
acariciándome, follándome, yo, a mí, me, mía y ya. Te quiero necesitándome,
rogándome, lamiéndome la planta de los pies; te quiero enferma, histérica, temblando
y llorando, suplicando que vuelva. Te quiero asustada, esperándome en la
parada, promesa, renuncia y condena. Te quiero con burka para que nadie más te
vea, que seas mi única, mi cueva. Cuervos arrancándote los ojos cuando no me
miras, cuerdas atándote las piernas si no vienes a verme, manos cerradas si no
están las mías, labios cosidos si no es en mi cama. Te quiero esclava, callada
y volcada, tendiendo constantemente hacia el fondo el pozo de mi ombligo. Te
quiero muerta si no vives conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario