sábado, 10 de marzo de 2012

Una cortinita


Edith estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Fumaba rodeada de gente. Pero estaba sola. Siempre estaba sola…

Nadie se acercaba a ella desde hacía mucho tiempo… Todos creían que las puertas de su corazón estaban cerradas, blindadas, y que siempre iban a estarlo para todo el mundo. Sobretodo desde lo que pasó hace años con Denis…

Lo que la gente no sabía era que su corazón no tenía puertas. Nunca las tuvo.

Quizá sí tenía una fina cortinita. Transparente. Una cortinita que impedía que entraran a su corazón los molestos mosquitos, pero que dejaba pasar la luz del sol. Una cortinita que se corría con tan sólo el soplo de la respiración de una carcajada, dejando al descubierto todas sus deliciosas pasiones, sus deseos más fuertes, sus crudos defectos, sus miedos… Una cortinita que protegía bien poco ese corazón tan vulnerable. Una cortinita que provocaría la dulce malicia de cualquier ladrón dispuesto a curiosear.

Pero Edith estaba rodeada de gente sin curiosidad. Gente con un corazón con puertas.

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